Tomar o no tomar

Me avergonzaba. Me avergüenza. Pero tenía que contárselo. Es mi terapeuta, mi psiquiatra, la persona que hizo de mis últimos 7 años no fuesen un infierno demasiado grande.

Dejé pasar media sesión, hablé de otras cosas que también me preocupan, que también le preocupan y luego le dije:

- Debería contarte algo, pero me da vergüenza.

Hice una pausa, mirando las paredes a mi izquierda, en busca de algo, mientras sus ojos estaban firmes en los míos.

- ¿Cuándo empecé con vos? -le pregunté.
- ¿Te lastimaste? -fue su respuesta, casi pregunta, casi afirmación. Asentí con la cabeza.
- Me conocés demasiado. -dije.
- La última vez dijiste que lo habías pensado, que estabas con "ganas" de nuevo.
- Es verdad. -murmuré.

Y a esto le siguió, después de una pausa y con cuidado, un listado pequeño de preguntas sobre la calidad y cantidad de los cortes, con lo que creo, pude detectar (viendo cómo sus ojos pasaban de mí a mis brazos), un deseo de verlos y asegurarse de que no fueran tan serios.

Después de todo esto, casi al final de la sesión, me subió el antidepresivo. Me dijo que le gustaría verme feliz. Que FUERA feliz. Porque no me ve feliz.

Pasé de 10 mg de escitalopram a 20 mg. Viernes. Sábado. El sábado noté que empezaba a trepar por las paredes. Noté que mis padres no podían detener mi hablar sin parar. Noté que saltaba de un tema a otro. Me pregunté si era posible que hiciera efecto tan pronto la suba de la dosis.

Finalmente, me animé a preguntarle a mi madre (primero madre, pero también psiquiatra), cuánto tiempo tardaría el escitalopram en hacer efecto, si se subiera de 10 mg a 20 mg. Esos 10 mg extra, cuánto tiempo tardarían. Me dijo que otras dos semanas, como tardó la dosis inicial en hacer efecto. Le pregunté si era posible que me acelerara, porque mi psiquiatra me había subido la dosis el jueves. Me dijo que el escitalopram es como la fluoxetina, que acelera y que no entendía por qué me lo habían aumentado si yo estaba bien.

Respiré y le dije que mi psiquiatra sabría, que evidentemente ella supuso que era necesario subirlo, que todo lo que quería hacer era dejar constancia con ella que iba a quitar 10 mg y que iba a avisarle a mi psiquiatra el lunes (no pensaba llamarla un domingo para algo que podía esperar un día más). Me dijo, ignorando sorprendentemente lo dicho por mí, que redujese en 10 mg la dosis. Le dije que era lo que yo pensaba hacer, que lo único que estaba haciendo era avisándole y dejando constancia con alguien hasta el lunes. Me contestó que estaba bien, que lo hiciera.

A veces, no deja de sorprenderme cómo para algunas cosas es blanco, para otras es negro. No estaba pidiendo autorización, estaba avisando, dejando una constancia que fuera más que sólo yo misma. Pero cuando mi psiquiatra estuvo ausente y pedí consejo, toda la respuesta que obtuve fue: "Hablalo con ella." Extrañas formas de comportamiento.

Piensa que estoy bien. No entiende por qué me aumentan el antidepresivo. Yo, mientras tanto, me corto, aprieto mis dedos contra el vaso lleno de coca-cola, me hamaco por exceso de energía y hablo sin parar. Bajé la dosis. Hoy fue un día más tranquilo. Más manejable. Preveo en el futuro un nuevo cambio de antidepresivo. Otro más que no funciona. Lo agrego a mi larga lista de psicofármacos que han pasado por mi organismo. Un día de estos, hago la lista completa.

0 comentarios:

Publicar un comentario