Uno de los Comienzos

Tenía 17 años. Estaba en 5º año de la secundaria. Jamás fui popular en el sentido popular de la palabra. Sí (quiero recordar) fui respetada, al menos. Tenía mi grupo de amigas, pequeño pero lindo.

Y quién sabe por qué, un día, después de haber visto "El Príncipe de las Mareas" (lo recuerdo claramente), de haber leído el libro de "El Príncipe de las Mareas" y de escuchar la banda de sonido de la película, salí de clase para ir al baño de la escuela.

Entré al último de los compartimentos que alojaban retretes y pensé. No sé qué. No sé cuánto tiempo. Luego revisé mis bolsillos y todo lo que encontré, que era lo que siempre llevaba, fueron mis llaves, pañuelos de papel y creo que mi celular en ese momento. Probablemente algo más, pero no lo recuerdo.

Esa primera vez, la primera de todas, tomé una de las llaves, la pequeña con punta y la hice correr por la cara interna de mi brazo. Sólo me dejó un rayón, rojo. Nada más. No sé qué buscaba pero no era eso. Sin embargo, eso es lo que había conseguido. Por ese momento bastaba.

Volví a clase y me miraba el brazo cada tanto, contemplándome, sin entender por qué pero sin hacerme la pregunta aún. Todo lo que sabía era que necesitaba eso, hacerlo, mirarlo y sentirlo.

La siguiente oportunidad fue pensada. Tomé mi tijera y la llevé en el bolsillo. Y lo haría en mi casa también, después de lo cual pondría gaza en mi muñeca y respondería que mi gata me había arañado a quien me preguntase qué me había sucedido. Y, obviamente, nadie se atrevería a preguntar más allá del arañazo.

Ése fue el comienzo. Así fue. No sé por qué pero sí sé cómo y cuándo. Y no me jacto de no poder olvidar.

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