Y se va la segunda....

Y no me estaba pasando para el otro lado. Falsa alarma. Me duró uno o dos días. Luego vino la irritabilidad y más depresión. Y los cortes y más cortes. Y que no me alcance terapia. Y que E. me diga que le preocupa que quiera, inconscientemente, volver a cuando tenía veintialgo. Y que la llame porque me quedé pensando. Y la llame de nuevo por otra cosa. Y luego, me extendió la licencia otros 15 días, hasta el 8 de julio. Ok.

Los cortes siguen. Mal. Mal, mal. Pensé que me sentía un poco mejor la última semana, porque de hecho podía interactuar más con mis padres, aun cuando para ir a la farmacia, simplemente me pusiera la campera y las zapatillas, pero debajo conservase el piyama. Y antes de ayer a la noche, sentí que empezaba a caer... como cuando los aviones van bien, van volando tranquilos (supuestamente) y de pronto, tienen algún problema y entran en pérdida, y se ve esa imagen horrible de cómo suben la trompa y luego caen hacia atrás y es irremediable. Eso sentí.

En terapia, E. me preguntaba sobre los cortes. Qué sentía, qué pensaba. Estaba hablando o intentando contestarle, pensar lo que hablábamos y empecé a irme. Irme de mí. Me escuché diciéndole algo así como que "pensaba en muchas cosas como...-" y no pude continuar porque mi voz sonaba tan lejana que no era mi voz. Y me preguntaba cosas y yo era yo y no era. Me disocié por primera vez en años. Hacía muchísimo tiempo que no me pasaba algo así. Y termino terapia, esos 50 minutos que no me alcanzan para nada y me quedo con tanta angustia que no sé qué hacer.

Hoy todo se me cae. Literalmente. Los libros se me caen, los aros se me caen. No me puedo comunicar con nadie. Pareciera que todos mis contactos, mis amigxs están un paso más adelante en cuanto a comunicación. Me uno a facebook para poder estar en contacto, y ellxs se contactan por otro lado. Me tomo licencia y ellxs parecieran estar más cerca que nunca. Voy a volver y no voy a entender nada. Sí, me da miedo. Hasta quiero llamar a E. y me da ocupado!!!

Me bajé de una calesita un día, y cuando me quise acordar, no sólo no me pude subir más, sino que no se parecía en nada a la calesita de la cual una vez me había bajado.

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