Y un día volví

Y sí. Pasó como un mes desde que escribí, porque simplemente se me hace pesado el hecho de entrar para escribir (punto aparte sobre esto), y en el medio, volví a trabajar (con muuuuuchíiiiisima difícultad) y algunas otras cosas.

Por empezar, quiero dejar constancia que cuando dicen o titulan notas como "La Argentina Bipolar", me encantaría que en realidad la llamaran "La Argentina Ezquisofrénica", porque es lo que es. Cada cual en su mundo propio y sin pensar en los demás, algunos pensando en los demás, incluso en los que no piensan en los demás, y otros tantos aprovechándose de todos, incluso de los que no piensan en los demás. Y entonces, existen mundos propios, con cada persona o grupo argumentando acaloradamente a favor de él como si fuera la verdad absoluta. Psicótico, bah. (Para referencias sobre este tema, situarse en elecciones a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2011).

Empecé a trabajar de nuevo el 11 de julio. Había abierto mi horario desde las 12 para poder hacer lo que hacía, supervisar (no lo llamaría así, pero bueno) carpetas y eso además de dar clases. Ese primer día me pusieron clases en el mismísimo horario en el que supuestamente hacía eso, y cuando hablé con mi supervisor me dijo que como iba a empezar despacio y todo eso, le parecía que iba a ganar más dando clases que con las carpetas y el trabajo administrativo. Claro, al hablar con R., me dijo que ella estaba yendo a las escuelas a hacer eso y entonces me di por enterada (indirectamente) que no tenía más ese puesto (por llamarle así). Di-vi-no. Gracias por ser tan sinceros y directos. Gracias, muchas gracias.

Di clases, soy clases, de ahí a que gane más de lo que ganaría haciendo el otro trabajo, hay un espacio grande. Odié dar clases, no soporté dar clases. Quise irme a la m*#$r%ª y no volver.

Me enteré de cosas, de cambios, supongo que porque todavía soy amiga de mis amigas allí dentro. Aunque sea un poco y por más que me sienta extrañamente lejos. Cambios importantes, muy. Y en medio, me confundí horarios, me quedé dormida y no llegué a una clase (me desperté media hora entrada la clase y nadie me había llamado), y tengo baja tolerancia a los alumnos. Y sigo sintiéndome cada vez más, que pasan cosas y yo no me entero. Ahora más, con los cambios de jefes a altos rangos, con nuevas posiciones a mis amigas, con el puesto que yo tenía y luego R. y ahora no tiene nadie.

Y a todo esto.... no me corté más. Supongo que fue automático y no sé por qué. Empecé a trabajar y por más que sintiese deseos, era como si no tuviese tiempo, o no encontrase el momento o cuando podía, me dormía sentada. Y luego fue cediendo. A veces sigo queriendo, deseando hacerlo, pero no me deo haciéndolo, no lo veo hecho por más que quisiera. Y sí quiero pero no puedo. Es extraño. Quiero pero no puedo. Antes era, quiero no hacerlo pero no puedo dejar de hacerlo.

Creo que me siento un poco mejor, de a ratos por lo menos. Pero ese sentimiento de inutilidad sigue en mí, demasiado fuerte. Ese sentimiento de que no puedo ser feliz, no puedo ser exitosa, no puedo mantener un puesto ni obtener un puesto importante y probablemente no logre nunca tener uno, está allí, MUY fuerte. Y me detesto por eso. Lo odio. Y no me sirve lo que me dice E., que hay mucha gente que no es bipolar que puede tener momentos difíciles también, en los que necesita tomar un descanso, o cosas así. Porque sería lo mismo que pensar en que hay mucha gente sin techo, entonces mejor me conformo viviendo con mis padres. O hay mucha gente sola a los 50, entonces estar sola a los 34 no es tan terrible. Si nos comparamos con lo peor, siempre estamos bien, pero no se trata de eso, se trata de lo que nos pasa a nosotros y cómo lo comparamos con nosotros mismos y, eventualmente, con el porqué o el porqué no relacionado con la enfermedad, que aquí, lamentablemente, juega un factor importante.

Y sentir que me resigno a vivir donde vivo, con mis padres.... no sé. Ahora, sinceramente, es lo de menos. No pienso en ganar más para vivir sola. Quizás sea porque no sé si soy capaz de vivir sola o porque cuando quiero estar sola simplemente me quedo en mi habitación y ya. O porque si viviera sola estaría tirada en la cama y no podría hacer ni la mitad de las cosas y estarían comiéndome los bichos. Pero detesto pensar en que no puedo estudiar algo que quiero, aun cuando alguien de mi edad podría tranquilamente estudiar y recibirse. Sé que no puedo, porque gracias si puedo leer dependiendo del día. Porque no tengo constancia. Porque tengo suerte de haberme recibido alguna vez de algo, antes de que mi enfermedad estallara por completo.

Creo que la últimna vez que soñé, soñé algo relacionado con el suicidio. Con esa sensación de que no existe esperanza, no existe nada qué hacer o por lo que vivir y daría lo mismo. Que no hay ya  algo que me mantenga aquí. Probablemente es porque estuve pensando en eso. No en hacerlo, ni siquiera contemplándolo, pero sí pensando. Pensando en lo que me mantiene acá, en mis padres, en mi papá que no tiene trabajo y está deprimido (y en cómo, una vez cuando niña, él estaba deprimido y yo le confesé a mi mamá mi miedo sobre él y el suicidio). No sé, pienso en eso. Pienso en todo pero nada en concreto. Hace unas semanas que pienso así y no me animé a decírselo a E. Sé que está mal, sé que debería habérselo dicho en algún momento, pero no sé cómo. Y sé que a estas alturas no debería ser así, que no sepa cómo, pero evidentemente sí hay cosas que me dan vergüenza. No sé por qué. Y es claro que me preocupa como para que aparezca en mi sueño.

No sé qué hacer con todo esto que escribí. Y como me causa vagancia entrar y loguearme y escribir, como decía antes, me compré un diario (sí, un diario!) con candado y todo, para escribir a mano. JA!!

Quién lo hubiera dicho. Lo hice toda mi adolescencia, escribir. Tengo en línea escritos todos los eventos entre 2002 y 2009 o 2010. Y ahora me compro un diario. Es evidente que sin darme cuenta, me gusta documentar mi vida, pero como todo, mi sueño de tener un libro, editarlo y todo eso, no podrá cumplirse como esas niñas que escriben sobre la anorexia y sobre su autolesión y así, sin más, tienen una autobiografía en el mercado.


Y se va la segunda....

Y no me estaba pasando para el otro lado. Falsa alarma. Me duró uno o dos días. Luego vino la irritabilidad y más depresión. Y los cortes y más cortes. Y que no me alcance terapia. Y que E. me diga que le preocupa que quiera, inconscientemente, volver a cuando tenía veintialgo. Y que la llame porque me quedé pensando. Y la llame de nuevo por otra cosa. Y luego, me extendió la licencia otros 15 días, hasta el 8 de julio. Ok.

Los cortes siguen. Mal. Mal, mal. Pensé que me sentía un poco mejor la última semana, porque de hecho podía interactuar más con mis padres, aun cuando para ir a la farmacia, simplemente me pusiera la campera y las zapatillas, pero debajo conservase el piyama. Y antes de ayer a la noche, sentí que empezaba a caer... como cuando los aviones van bien, van volando tranquilos (supuestamente) y de pronto, tienen algún problema y entran en pérdida, y se ve esa imagen horrible de cómo suben la trompa y luego caen hacia atrás y es irremediable. Eso sentí.

En terapia, E. me preguntaba sobre los cortes. Qué sentía, qué pensaba. Estaba hablando o intentando contestarle, pensar lo que hablábamos y empecé a irme. Irme de mí. Me escuché diciéndole algo así como que "pensaba en muchas cosas como...-" y no pude continuar porque mi voz sonaba tan lejana que no era mi voz. Y me preguntaba cosas y yo era yo y no era. Me disocié por primera vez en años. Hacía muchísimo tiempo que no me pasaba algo así. Y termino terapia, esos 50 minutos que no me alcanzan para nada y me quedo con tanta angustia que no sé qué hacer.

Hoy todo se me cae. Literalmente. Los libros se me caen, los aros se me caen. No me puedo comunicar con nadie. Pareciera que todos mis contactos, mis amigxs están un paso más adelante en cuanto a comunicación. Me uno a facebook para poder estar en contacto, y ellxs se contactan por otro lado. Me tomo licencia y ellxs parecieran estar más cerca que nunca. Voy a volver y no voy a entender nada. Sí, me da miedo. Hasta quiero llamar a E. y me da ocupado!!!

Me bajé de una calesita un día, y cuando me quise acordar, no sólo no me pude subir más, sino que no se parecía en nada a la calesita de la cual una vez me había bajado.

Y cuando.....

Y luego de la apatía vino la depresión per se. Llámese depresión a ese terrible sentido de desesperanza que te cala los huesos, esa desesperación sin sentido que no te avisa y te atraca por la espalda cuando menos lo esperás. Cuando pensás que más o menos la estás remando y sentís algo que te viene de adentro y sube cada vez más rápido y te paraliza, te imposibilita, te grita al oído tan fuerte que no te deja escuchar nada de lo que exista alrededor.

ESO vino luego. Y con E. decidimos que debía tomarme una licencia. Sí, señores. Laburé por 5 años como una de las personas más coherentes de la institución y ahora quién escribe necesitaba una licencia psiquiátrica (cosa que a excepción de contadas personas, nadie sabría).

Y entonces, surgió el CÓMO. ¿Cómo explicás que estás en medio de un período de depresión bipolar que no te deja en paz desde octubre, con subidas y bajadas como la mejor de las montañas rusas y que por eso no podés laburar durante "al menos" (sic E.) 2 semanas? ¿Cómo explicás eso sin que se te queden mirando y empiecen a tejer preconceptos, prejuicios e infinitos etcéteras para quién, hasta ese momento, había sido intachable?

Así: "Tuve terapia ayer y mi terapeuta no me vio muy bien y me dijo que cree conveniente que me tome una licencia. Que es eso o antidepresivos (JAJAJAJAJAJ) y que realmente lo cree necesario."
Tuve esta respuesta: "Bueno, mirá, primero está la salud, obvio, y hoy justo les pregunté a B. y D. cómo te veían porque no te vi muy bien. Por eso te preguntaron. Y por otro lado estamos hablando de la carga horaria pero al mismo tiempo de este tema, que como te digo, no te veo bien."
Interrumpo: "Claro, lo de la carga horaria era más bien un reclamo por como "debería ser", los dos lo sabemos."
Siguió: "Sí, claro. Dejame que lo hable con D. y él se comunica, pero dejame ver cómo andás con tu horario y todo eso."

Listo. Lo había dicho.

Por supuesto, la persona que me dijo que hablaría con D. jamás dejó nada listo o claro antes de volver a donde trabaja (Uruguay), y el lunes debí ir yo misma a hablar con D., quien me dijo que se lo habían mencionado pero había quedado en la nada (misma).

Insistí y le dije lo mismo que había hablado la última vez. D. me dijo: "Es licencia o "collapse"". Sí, dije. "¿Aguantás hasta el .... jueves?" Y le vi la cara de desesperación y, como todo, de la misma forma por la cual llegué a como estoy, le dije que sí. Jueves.

Llegó el miércoles, subo y le hago acordar y me pregunta si envié mail y bla bla bla. Yo, tan "así" estoy que sinceramente ni se me cruzó por la cabeza a lo cual me dice, "¡Pero es básico!". Bueno, será básico pero si pudiera hacer algo "básico" no necesitaría una licencia. Digo, bah.

Envié mail desde una compu ahí mismo.
No podía esperar a que terminara mi horario ese día. Por favorrr.

Me había llegado el "rumor" (rumor porque no lo había escuchado yo, pero certeza porque mi amiga personal había sido protagonista) de que una de las directoras escuchó a D. y a m amiga hablando de mi licencia y se metió a decir que "como era esto de que todos se tomaban licencia y que entonces ella se iba a tomar licencia, bla bla bla". Parece que D. le dijo algo así: "Y bueno, cómo es esto? Cómo es! Y sí, si conseguís que un médico te haga un certificado que diga que la necesitás, podés tomártela".
Me encanta la gente que pone en su lugar a otra gente.

Al día siguiente, fui a ver a E., quien me hizo el certificado, no con el título de psiquiatra sino con el de médica. Cuando fui a llevarlo, esta persona-directora casi ni me miró. Qué se le va a hacer. También otro de los chicos me dijo lo bien que le vendrían quince días. Le dije que si los necesitase no sería algo bueno.
Mi padre me dijo que iba a ir a ver a E. para que le hiciera un certificado.

No puedo entenderlo. ¿La gente no comprende que por mucho que pueda relajarte, por mucho que no trabajes y esté tranquilo, estás bajo licencia por una razón que no es joda? Digo, no tengo una gripe y me estoy recuperando. No es que me torcí el tobillo y estoy con el pie en alto rascándome la panza. Créanme que no quieren cambiar quince días de licencia por pasarse una vida dentro de mi cerebro.

E. me dijo que me lo tome con calma. Que descanse, que haga cosas que me den placer. Que no me meta en discusiones. Que es como cuando alguien se fractura un hueso y tiene que empezar a hacer todo despacio.

Y mientras tanto, pruebo ooootro antidepresivo más, y creo que me estoy pasando al otro lado. Ayer la noche estaba tan linda que me hubiese quedado en el balcón, ahí a las 3:30 de la mañana como estuve, pero toda la noche. Ahora entiendo por qué cuando alguien está maniaco elige lugares altos. Por más que sea lindo caminar por la calle sintiéndote omnipotente, a mí, en medio de esa paz, estando yo sola con la noche, me daban ganas de contemplar la ciudad desde arriba.

Nada

Estuve intentando leer todo lo que pude sobre el litio. Como suelo hacer con las cosas nuevas que quizás vaya a empezar a tomar o con las cosas que empiezo a tomar.

Ya tomé tantos medicamentos que creo que perdí la cuenta y los nombres. Debería tener una lista por algún lado. Quizás la haga un día de éstos.

Los platos que se acumulaban en la pileta de la cocina tuvieron que ser lavados en carácter de urgencia al encontrar, con horror, una cucaracha. E. se reía y me decía como algo gracioso que iba a tener que limpiarlos antes de que volvieran mis padres y yo le decía que no era algo para hacer bromas. Me decía que debería limpiarlo antes de que se me llenase de cucarachas, pero lo dijo con una risita. Ahora ahí tiene. Una cucaracha. Lavé todo casi en una crisis de angustia.

La apatía me invadió. La falta de concentración me invadió. No puedo no hacer dos cosas o más al mismo tiempo. Simplemente no puedo estar quieta. No puedo siquiera pensar en hacer todas las cosas que tengo que hacer mañana lunes. Y sé que he tenido días peores que mañana; mañana no es técnicamente tan terrible. Pero por alguna razón se me hace tremendamente irremontable. Quisiera sólo quedarme en casa, dormir, mirar tele, jugar a algún juego en la compu, y dormir más.

No sé cuánto tiempo voy a poder engañar a los demás en el trabajo. ¿Cuánto tiempo podés dejarte llevar por la energía de los demás y simular estar bien? ¿Cuánto tiempo hasta que tu propia energía, que empeoró significativamente durante los dos últimos días, te invada y no te deje seguir? ¿Y mis padres, que vuelven mañana? ¿Cuánto tiempo engañarlos con que estoy bien, cuando ya están en el mismo espacio que yo?

No tengo respuestas. Y me cansé de las palabras "no", "no puedo" y todas áquellas que impliquen esfuerzo o negatividad. Suficiente.

Y la rueda sigue intentando rodar

Hoy tuve terapia.

Antes de ayer y el día antes de ayer me corté como nunca lo había hecho desde que empecé a cortarme hace 17 años (con la interrupción de 6 años entre 2005 a este año, 2011). O sea, peor.
Hoy le dije a mi analista lo que había escrito sobre mi futuro y ella me contestó que ahora lo veía así porque veía todo así, negro.

Le dije que por supuesto, pero que no podía pensarlo de otra forma y que no podía guiarme por cómo quería ver las cosas o siquiera por cómo podía ver las cosas en ningún momento, ya que hace un par de años, si alguien me hubiera preguntado si yo creía que volvería a cortarme, yo habría contestado que no, sin dudarlo. Y aquí estoy, peor que nunca antes, quién sabe por qué química misteriosa.

Repasó mi historia clínica, repasamos pensamientos.

Y, casi al final de la sesión, me lanzó algo que nunca pensé que me haría pensar tanto. Sí asumo que venía diciendo que estaba cansada de tomar medicación, que no entendía qué diferencia hacía una pastilla más, una pastilla menos (a lo que me respondió que hace MUCHA diferencia, claro!), y que estaba harta, sinceramente, de probar cuánto medicamento hubiera en la vida, sin éxito llegado el caso. Que no veía el fin.

Claro que no ves el fin, me dijo, porque estás deprimida. Bleh, deprimida o no, estoy harta de tragar pastillas y pastillas que sólo me dan efectos secundarios y que hacen que me pregunte cómo sería yo sin toda esta medicación encima. ¿Cómo sería yo sin toda esta medicación? ¿Cómo sería? ¿Sería más delgada? ¿Sería más gorda? Tantas preguntas...

Y, todo esto venía a la frase final, si en 15 o 20 días no levanto el ánimo, vamos a incluir litio. El litio me remonta a el recuerdo de cuando recién empezaba con ella. Cuando probábamos con estabilizadores y ninguno parecía funcionar hasta que la lamotrigina fue mágica. Y recuerdo haberle dicho a mi madre eso: que la siguiente opción sería el litio; como última opción en realidad. Mi madre había expresado un rotundo "NO, LITIO, NO". Creo que estaba en la etapa en la que todavía no aceptaba que su hija, siendo ella psiquiatra, podía tener un trastorno bipolar.

Teniendo ese bagaje, la palabra litio tiene para mí una connotación no muy alentadora. No sé por qué (además de eso, claro). Probablemente porque además se requieren análisis de sangre y cosas por el estilo para asegurarse de que los niveles en sangre no se vuelvan tóxicos. Entonces mi analista me mandó a hacer unos análisis para confirmar que esté todo bien, sólo por precaución. Claro, incluyen extracción de sangre. Y mis brazos son una masacre.

Yo NO PUEDO ir a sacarme sangre así, y se lo dije claramente. Me dijo que dijera que mi gato me había arañado mucho. Le dije que lo que tenía no se podía justificar por ningún gato bajo ningún concepto. Que no se podía justificar. Que simplemente no podía ir así. Que no iba a ir así. Le puso fecha de hoy.

No voy a ir así. Estoy pensando en alternativas como vendarme y decir que me curaron una quemadura o algo, pero no sé. Y estoy pensando que mis padres vuelven de viaje el lunes por la noche y no sé qué voy a decirles, porque sé que en algún momento se van a dar cuenta, lo van a descubrir y la reacción, palabras más, palabras menos será ésta:

madre: "hijaaa.... otra vez... ¿qué pasó, pasó algo, lo estás viendo con E.?"

padre: "ooootra vez con la misma historia?!"


Sí, otra vez. Nunca se fue. Nunca se va a ir. Solamente está en silencio. Ahora lo sé.

Y diez años despúes....

Me tomó diez años, un analista abusador a quien no pude denunciar por estar en una posición demasiado frágil y él en una posición demasiado expuesta, múltiples cortes en mi cuerpo y subidas y bajadas en el medio, poder pensar o siquiera contemplar la posibilidad de que yo no tuviera la culpa.

Me tomó diez años repensar aquello del placer sexual en el sufrimiento, del éxtasis en la búsqueda del dolor y poder darle la espalda, poder decir, "ES UNA MIERDA, CARLOS".

¿Por qué es una mierda? Porque -y esto desencadenó una crisis de llanto agudo e inmediato- el hecho de decirme que yo experimentaba un placer sexual al cortarme, que me cortaba y eso era como el éxtasis sexual, convertía todo mi sufrimiento en un orgasmo. Y un orgasmo se busca, se construye. Si se quiere, quizás (o como yo lo concibo) con amor.

El razonamiento de este hijo de puta hizo que durante años yo me sintiera culpable porque pensaba que buscaba afanosamente sentirme mal, revolcarme de placer en mi sangre y en mi dolor, extasiada.

Si me alejo, como ahora, y puedo ver la miseria de su alma, puedo también, darme cuenta de que el trastorno maniaco-depresivo (o trastorno bipolar, como te guste, Carlito), no se busca y no sólo no se busca, sino que no se elije y no se puede auto-convocar, auto-provocar. No todas las personas son bipolares como vos me dijiste una vez, Charles. La diferencia es que vos hiciste que me creyera que yo soy responsable de mi propio dolor, que soy responsable de mi sufrimiento. Te encargaste de hacerme creer eso en lugar de construir conmigo un bienestar que supere a ese sufrimiento.

Mirá cómo, sencilla y sin haber pasado por la facultad, Carlitos, se puede analizar una conducta criminal como la tuya. Si habré visto tus obras...

Diez años me tomó darme cuenta de que no tengo la culpa de lo que me pasa. Por lo menos me di cuenta. Vos pasás por esta vida, cagándole la existencia a otros y jamás te vas a enterar. Quizás te funcione. Probablemente te funcione. Las personas más felices son los ignorantes y los hijos de puta.

Futuro Blanco y Negro

Nunca lo pensé. O si lo pensé, no le puse demasiado énfasis a la reflexión.

Viendo el documental de Steven Fry: "The Secret Life of the Manic Depressive" (La vida secreta del maníaco depresivo), aparecía una mujer que pasaba los 50's, y que contaba todo lo que había pasado en su vida. En un momento le preguntaban si se imaginaba el futuro. Cómo se imaginaba el futuro. Si podía imaginarse el futuro. Dijo que no. Que no. Y que no.

Me lo pregunté yo misma: ¿puedo imaginarme el futuro? ¿Cómo me imagino el futuro?

Me respondí: No. Y de ninguna forma.

Hoy, viendo un show a la noche, un personaje cuya estabilidad mental deja que desear, disparó el mismo pensamiento, o, mejor dicho, disparó la respuesta: creo que me veo en el futuro como a una mujer frágil a la que van a tener que cuidar, medicar y que va a delirar de vez en cuándo. Quizás alguna vez luche por no estar internada, quizás mi hijx, si tengo, luche por mí. Pero no puedo ver más allá de eso. Me veo una vieja confundida y enferma. Creo que prefiero no mirar, al menos por ahora.

Visión Panorámica

Eventualmente, iba a pedírmelo.

- ¿Te cortaste mucho? - me preguntó.
Asentí con la cabeza en silencio.
- ¿Te lastimaste mucho?
Asentí de nuevo, sin tener ganas de profundizar ni de dar detalles. Sí, a veces, depende el día, la noche o la zona del cuerpo. Sí.
Pausa.
- A ver, mostrame.
Levanté la mirada rápidamente y largué un "no" débil pero firme.
- Dale...
- ¡No! - le repetí. - Me da vergüenza... Y de todas formas, ¿para qué querés ver?
- Para ver qué tanto daño te hacés, cómo estás, que no se infecte.

Yo sé muy bien por qué quiere ver y sé que no es precisamente de curiosa. Sé que quiere ver para evaluar qué tanto daño soy capaz de hacerme, lo cual es distinto. Y le mostraría, si no fuera porque me gana la vergüenza de verdad. Porque no es para llamar la atención o nada por el estilo. Es como una adicción, no más ni menos, con la cual se siente un alivio momentáneo, te arruina por dentro (y por fuera) y una vez que empezaste, te cuesta muchísimo poder dejarlo. Y por sobre todo, no querés que nadie se entere.

Tanto así, que luché para que mis padres no se enterasen los últimos días antes de irse a Europa, el viaje que venían planeando desde hacía casi dos años. ¿Quién soy yo para preocupar a mi madre en el umbral de su sueño con algo que no dejará de suceder ni sucederá más ni menos por el hecho de que ella lo sepa o no?

Cuando tocó el tema de ver cómo iba la medicación, E. miró mi historia clínica. Claro, el único medicamento que había logrado que dejase de cortarme era el que al final, había logrado que ganase unos cuantos kilos. Me miró y me dijo:

- ¿Qué elegimos: los cortes o los kilos?
- No pienso volver a engordar.

Creo que quedó claro. No qué elijo sino que NO elijo. Lo peor fue escuchar de su boca que "estábamos" atadas de pies y manos. Porque se nos acaban los recursos, la medicación por intentar... ¡Ja! ¡Qué irónico! ¡Pensé que pasaría cualquier cosa menos que algún día me quedaría sin medicación que intentar en mi cuerpo! Finalmente, subió la quetiapina a 300 mg. "A ver" si podemos frenar los impulsos.

También aprendí que lo que sucedió con el escitalopram, que cuando lo subí a 20 mg caminaba por las paredes a los dos días, era totalmente posible. Y es más, al contárselo, se sonrió (asumo que porque era un claro síntoma, no porque fuera gracioso) y me dijo que eso es lo que tardan los "switches". Un "switch" (cambio de un estado de animo a otro de golpe) lleva dos a tres días. Me sorprendí. No lo sabía. Supongo que es una muestra más de que no invento lo que soy, sino que soy lo que soy. Y lo que puedo ser.

De todas formas, el estrés me está pegando duro. No sé si puedo con todas las responsabilidades. Siento que no, pero sigo. Y sigo. Y me pregunto si en algún momento pasará algo que me hará detenerme a la fuerza. Mientras tanto, mis padres se fueron ayer, domingo a la mañana, y yo, si bien estoy bien sola, pienso en las tres semanas que tengo por delante y no puedo menos que sentir una inusual pesadez. Una depresión que me recorre de a poco, una soledad que se me impregna como el humo del cigarrillo que, de vez en cuando, estoy fumando más seguido.

Uno de los Comienzos

Tenía 17 años. Estaba en 5º año de la secundaria. Jamás fui popular en el sentido popular de la palabra. Sí (quiero recordar) fui respetada, al menos. Tenía mi grupo de amigas, pequeño pero lindo.

Y quién sabe por qué, un día, después de haber visto "El Príncipe de las Mareas" (lo recuerdo claramente), de haber leído el libro de "El Príncipe de las Mareas" y de escuchar la banda de sonido de la película, salí de clase para ir al baño de la escuela.

Entré al último de los compartimentos que alojaban retretes y pensé. No sé qué. No sé cuánto tiempo. Luego revisé mis bolsillos y todo lo que encontré, que era lo que siempre llevaba, fueron mis llaves, pañuelos de papel y creo que mi celular en ese momento. Probablemente algo más, pero no lo recuerdo.

Esa primera vez, la primera de todas, tomé una de las llaves, la pequeña con punta y la hice correr por la cara interna de mi brazo. Sólo me dejó un rayón, rojo. Nada más. No sé qué buscaba pero no era eso. Sin embargo, eso es lo que había conseguido. Por ese momento bastaba.

Volví a clase y me miraba el brazo cada tanto, contemplándome, sin entender por qué pero sin hacerme la pregunta aún. Todo lo que sabía era que necesitaba eso, hacerlo, mirarlo y sentirlo.

La siguiente oportunidad fue pensada. Tomé mi tijera y la llevé en el bolsillo. Y lo haría en mi casa también, después de lo cual pondría gaza en mi muñeca y respondería que mi gata me había arañado a quien me preguntase qué me había sucedido. Y, obviamente, nadie se atrevería a preguntar más allá del arañazo.

Ése fue el comienzo. Así fue. No sé por qué pero sí sé cómo y cuándo. Y no me jacto de no poder olvidar.

ES - TRÉS

Ok. Y entonces el miércoles no fue lo que se diría "lo mejor" en el trabajo. Mucha presión, un puesto nuevo que se está desarrollando y ese día en particular, un superior que no ayudó en-lo-absoluto.

Jueves, que lo esperaba tanto, porque lo necesitaba. Me levanté para ir a trabajar, estaba por salir, casi en la puerta y siento esa horrible sensación pre-desmayo. Me siento en un sillón. Llamo en ese momento porque en 5 minutos entraba (vivo realmente cerca). Me dicen que me tome 10 minutos para ver cómo me sentía. Lo que me tomo es la presión arterial. Tenía 6/3 (referencia: la normal es de 12/8). Llamo de nuevo y lo comunico a la misma persona, que dicho sea de paso no tenía ni la más remota idea sobre presión ni valores normales o anormales. Me dice que no me preocupe, que ya lo había solucionado. Le pedí que avisara  que no iba a poder hacer el resto de las cosas que debía hacer ese día y me acosté. Dormí de corrido hasta no sé qué hora, cuando atiné a llamar al trabajo, por las dudas. Me atendió la recepcionista de la tarde, con quien comprobé que quien estaba por la mañana no había dicho nada sobre mí y ella pensaba que yo estaba en otro centro haciendo lo que debería estar haciendo. Le conté la situación, le pedí que arreglara lo que le había pedido a la persona de la mañana. Llamé a mi terapeuta. Le dejé dos mensajes porque se cortó el contestador automático. Realmente necesitaba ir, pero no estaba en condiciones de ir ni hasta el ascensor. Le pedí que me llamara, que necesitaba una sesión antes de la próxima, que sería dentro de otros 15 días. Y seguí durmiendo. Dormí y dormí. Y dormí más. Y mi terapeuta no me llamó.

Por suerte al día siguiente no tuve que trabajar a la mañana; fue un día relajado. Y a la noche, cuando volvía de mi actividad de descargo, de mi escape de la realidad, llamó mi terapeuta, pero mi celular estaba en vibrar y no pude atender a tiempo. De todas formas, me dejó un mensaje diciendo que llamaría más tarde o al día siguiente.

No pude evitar (algunos dirán que sí) cortarme. No puedo evitar sentirme culpable, por cortarme, y por otras cosas. Es demasiado contradictorio. Es adictivo y es un retroceso demasiado grande. Y mantenerlo en secreto, no contarlo a mi mamá, como sucedió en su momento, hace unos 10 años, me pone mal también, me hace sentir ese retroceso con más fuerza. Porque confío en ella, confío casi todo en ella. Y me hace sentir que si me viera y se diera cuenta, sería un desastre importante. Está por viajar con mi papá y no quiero que se preocupen en su viaje, que se vayan pensando en si estaré bien, o nada por el estilo porque no va a pasar nada que no pudiera pasar si ellos estuvieran acá.

Éste es uno de los episodios de inestabilidad más largos desde que estoy estable. Ok, no es grave (supongo) porque no me impide seguir trabajando, por ejemplo, pero se está haciendo cuesta arriba, se está haciendo duro llevarlo y me estoy olvidando de cómo era sentirme estable y sin tener ningún tipo de preocupación irracional o sentir que mi mente está por estallar por alguna razón desconocida en algún momento que surge de la nada.

Insomio, yo?!? Mal, yo?!?!

Mi terapeuta me llamó. Le conté. Me dijo que ok, que deje la dosis en 10 y que nos vemos el jueves. Me hubiera encantado poder decirle que quería verla antes... que necesitaba verla antes. Y no sé por qué no lo hice. Porque soy tonta, porque le perdí la costumbre a no estar bien, por suerte.

Hago cosas que me asustan. Pienso, se me ocurren formas de conseguir "cosas" que jamás hubiera pensado que podrían ocurrírseme. Y, sin embargo, se me ocurren. Y no sólo me asusta que se me ocurra, sino que me asusta el tener que contárselo. Sí, es tonto, es tonto que sea algo tan "grave" (como me dijeron una vez) y yo sólo piense en que tengo que decírselo, pero por alguna razón la vergüenza juega un papel enorme en esto.

Desarmé un saca-puntas. Eso es todo lo que puedo decir. Si me hubieran dicho hace un par de meses que volvería a cortarme, no lo hubiera creído. Pero sí. Y es peligrosamente adictivo. Y no sé por qué.

----------------------------------------

Ayer me dormí a las 4 y media de la mañana. Me trago una cantidad considerable de pastillas para todo tipo de males, entre ellas una pequeñita destinada a hacer que duerma bien, y allí estaba, sin poder dejar de pensar, sin poder dormir, quedándome dormida y volviendo a la conciencia una y otra y otra vez. Y cada vez que volvía a ser consciente de que estaba despierta, todo mi cuerpo me picaba, y todo mi cuerpo parecía estar cargado de energía que no podía liberar.

A las 4:30 decidí tomar 1 mg de alprazolam. Ansiolítico. No sé cuánto tardé en dormirme. Solamente sé que hoy a la mañana, al mediodía y hasta la tarde que POR SUERTE pude volver un rato a casa antes de tener más trabajo, me quedaba bizca del sueño. No podía focalizar los ojos. Y a pesar de toda esa energía, a pesar de que a la hora de ir a dormir, realmente no quería ir a dormir, a la mañana realmente tenía sueño.

Algo está mal y no sé qué es. Hacía rato que algo no estaba así de mal. Siento que voy cayendo en espiral (por más que no me refiera a "caer" en el sentido estricto) y que me salgo de control por momentos. Y estos momentos son cada vez más frecuentes.

No veo la hora de que llegue el jueves, y aun así sé que sólo serán 50 minutos y luego volveré a la rutina, al estrés que me están provocando los cambios en mi trabajo, cambios que implican más responsabilidad y más tensión y, por consecuencia, en mí, más inestabilidad, al menos en este momento de mi vida.

Tomar o no tomar

Me avergonzaba. Me avergüenza. Pero tenía que contárselo. Es mi terapeuta, mi psiquiatra, la persona que hizo de mis últimos 7 años no fuesen un infierno demasiado grande.

Dejé pasar media sesión, hablé de otras cosas que también me preocupan, que también le preocupan y luego le dije:

- Debería contarte algo, pero me da vergüenza.

Hice una pausa, mirando las paredes a mi izquierda, en busca de algo, mientras sus ojos estaban firmes en los míos.

- ¿Cuándo empecé con vos? -le pregunté.
- ¿Te lastimaste? -fue su respuesta, casi pregunta, casi afirmación. Asentí con la cabeza.
- Me conocés demasiado. -dije.
- La última vez dijiste que lo habías pensado, que estabas con "ganas" de nuevo.
- Es verdad. -murmuré.

Y a esto le siguió, después de una pausa y con cuidado, un listado pequeño de preguntas sobre la calidad y cantidad de los cortes, con lo que creo, pude detectar (viendo cómo sus ojos pasaban de mí a mis brazos), un deseo de verlos y asegurarse de que no fueran tan serios.

Después de todo esto, casi al final de la sesión, me subió el antidepresivo. Me dijo que le gustaría verme feliz. Que FUERA feliz. Porque no me ve feliz.

Pasé de 10 mg de escitalopram a 20 mg. Viernes. Sábado. El sábado noté que empezaba a trepar por las paredes. Noté que mis padres no podían detener mi hablar sin parar. Noté que saltaba de un tema a otro. Me pregunté si era posible que hiciera efecto tan pronto la suba de la dosis.

Finalmente, me animé a preguntarle a mi madre (primero madre, pero también psiquiatra), cuánto tiempo tardaría el escitalopram en hacer efecto, si se subiera de 10 mg a 20 mg. Esos 10 mg extra, cuánto tiempo tardarían. Me dijo que otras dos semanas, como tardó la dosis inicial en hacer efecto. Le pregunté si era posible que me acelerara, porque mi psiquiatra me había subido la dosis el jueves. Me dijo que el escitalopram es como la fluoxetina, que acelera y que no entendía por qué me lo habían aumentado si yo estaba bien.

Respiré y le dije que mi psiquiatra sabría, que evidentemente ella supuso que era necesario subirlo, que todo lo que quería hacer era dejar constancia con ella que iba a quitar 10 mg y que iba a avisarle a mi psiquiatra el lunes (no pensaba llamarla un domingo para algo que podía esperar un día más). Me dijo, ignorando sorprendentemente lo dicho por mí, que redujese en 10 mg la dosis. Le dije que era lo que yo pensaba hacer, que lo único que estaba haciendo era avisándole y dejando constancia con alguien hasta el lunes. Me contestó que estaba bien, que lo hiciera.

A veces, no deja de sorprenderme cómo para algunas cosas es blanco, para otras es negro. No estaba pidiendo autorización, estaba avisando, dejando una constancia que fuera más que sólo yo misma. Pero cuando mi psiquiatra estuvo ausente y pedí consejo, toda la respuesta que obtuve fue: "Hablalo con ella." Extrañas formas de comportamiento.

Piensa que estoy bien. No entiende por qué me aumentan el antidepresivo. Yo, mientras tanto, me corto, aprieto mis dedos contra el vaso lleno de coca-cola, me hamaco por exceso de energía y hablo sin parar. Bajé la dosis. Hoy fue un día más tranquilo. Más manejable. Preveo en el futuro un nuevo cambio de antidepresivo. Otro más que no funciona. Lo agrego a mi larga lista de psicofármacos que han pasado por mi organismo. Un día de estos, hago la lista completa.

Todo vuelve

"¿Te sangraste?", solía preguntarme, cada vez que le contaba que me había lastimado, que me había cortado nuevamente.
Pensaba en la pregunta y no tenía sentido. Pensaba en la forma en la que estaba formulada la pregunta y no la entendía, aun cuando comprendía perfectamente a lo que se refería. Bajaba la mirada y le murmuraba un "sí" avergonzado.
Pensaba en el porqué de la pregunta, el porqué de la forma semántica de la pregunta: ¿por qué no "sangraste"? ¿Por qué no "te desangraste" (aun cuando era obvio que no, ya que me encontraba sentada frente a ella)? No, simplemente, "¿Te sangraste?". Sabía lo que quería decir, pero cada vez, antes de contestar, no podía evitar pensar en las formas.

Hace unos 6 años que no me lastimaba, que ni siquiera pensaba en hacerlo. Y un día, hace algunas semanas, el fantasma me empezó a rondar, como un alma en pena que no puede abandonar un un lugar, que ronda en silencio pero eventualmente vuelve, cuando ni siquiera se la espera.

No, no "me sangré". Sí, me lastimé. Y por una mera cuestión de temporada, no pude hacerlo donde hubiera querido. Ahorraré más detalles. ¿Acaso importa? Tengo grabada a fuego el día en el que mi primer psiquiatra decidió que era hora de contarle a mi mamá que me cortaba, y así, sin más, la hizo pasar a la consulta y se lo dijo, conmigo acurrucada en un rincón, y la cara de ella expresando una dolorosa incredulidad que jamás volví a ver. Será otra entrada.

¿Razones ahora? Decenas. No podría parar de enumerarlas. La única que no comprendo es por qué desde octubre (semanas más, semanas menos) esta maldita inestabilidad no cede, no puede dejarme en paz no importa la medicación que se ajuste. Más por aquí, menos por allá, más por aquel lado, quitamos esto y agregamos aquello en su lugar. Solamente se logra que hable como una demente, que insulte como si estuviera poseída, que quiera dormir como un peresoso o que me sienta una de las chicas superpoderosas.

Y que, finalmente, me sienta una inútil, que ve cómo todas (con alguna que otra excepción) sus compañeras y co-temporáneas de escuela y similares están casadas/embarazadas y yo no pueda salir del estancamiento en el que parece que me quedaré por siempre. Sin perspectiva alguna de que cambie. Sin proyectos a la vista. Soñando con marejadas y animales muertos. Y, que, como siempre me pasó, sienta que es mi culpa (porque obviamente, ¿de quién va a ser la culpa?), y desée, fervorosamente, hacerme daño. Y finalmente, lo haga.

No, no me sangré. Y sí, me lastimé. Después de 6 años. So what.

Intimidante

La sola idea de lo que pasaría sin toda la medicación que meto en mi cuerpo me aterra. O peor aún, la imagen de la cantidad de medicación que requiere mi sistema para estar así. Eso me parece absolutamente pavoroso.
Por día (en dos tomas, separados estratégicamente):

Alprazolam: 4 mg
Lamotrigina: 400 mg
Quetiapina: 200 mg
Escitalopram: 10 mg
Topiramato: 100 mg
Zolpidem: 10 mg

Como dije, intimidante.
Y aun así, con todo, en estos meses, todavía busco un poco de paz. Los miligramos se modifican, las drogas cambian, los sentidos se agudizan, las sensaciones se reproducen. Y aun así, de octubre a esta parte, no encuentro la paz que necesito. Por alguna extraña razón, en algunos momentos de des-lucidez, mi mente tampoco la quiere. Y no sé por qué.

Ah. Me olvidaba del antiácido:

Ranitidina: 150 mg  a discreción.

A veces me pregunto si mi estómago vino preparado para esto. Diecisiete años de medicación sin descanso... Quién lo hubiera pensado.

Ok. Estoy tornándome melancólica a una velocidad récord. Ok